Lo bueno que tiene Luigi es que
viaja mucho, y de diferentes maneras. A
pesar de haberse quedado a vivir en ese colegio de Torregamones que tantos
cuentos tiene, le gusta también moverse por los Arribes, y que sus gentes le
cuenten, eso es algo que le presta, que le encanta, escuchar de sus paisanos,
de las gentes que viven y vivieron las numerosas historias que piedras y aguas
guardan, y es que, queridos niños, los libros, los cuentos y las historias son
una manera de viajar a mundos reales pasados, presentes y futuros y a mundos
imaginarios. Pero por desgracia, esta historia es de un mundo real.
El rumor del agua habla, vaya que
si habla, y cada gota cuenta de donde ha nacido, de dónde ha estado y de lo que
ha vivido, de a quién ha dado de beber, y a Luigi estas gotas le contaron una
historia de hace 50 años. Tal fue el enfado de Luigi al oírlas, que marchó
directamente a que el señor Glorialdo le contara de primera mano si eran o no
verdad esas vivencias, y lo cierto es que quedó bastante triste, cuando con sus
poemas, el señor Glorialdo le iba dando por verdad todas y cada una de las
palabras del agua. Y es que hace más de 50 años, había un pueblo en la ribera
del Tormes, llamado Argusino, donde sus gentes, gentes sencillas, vivían como
todos los pueblos de la comarca y alrededores, del campo, de los animales, pequeños
talleres y labores. Pero las necesidades eléctricas hicieron que se valorara el
lugar para hacer una presa hidroeléctrica,
y convertir todo aquel valle y aledaños en el embalse de Almendra, el
mar de Castilla como se le llegó a mal llamar. Y así, de buenas a primeras y
sin dar ni tiempo de reacción les malcompraron las casas, las derrumbaron y en
su lugar, donde antes hubo caminos, vida y gentes solamente quedó el agua.
Los Argusinejos, le contó el
Señor Glorialdo a Luigi, marcharon a numerosos pueblos, en busca de un futuro
mejor. Con una parcela cedida por una familia empezaron hace años a revivir el
recuerdo de su identidad, que si bien nunca se perdió, sí lo hicieron sus
tierras. Allí construyeron una ermita donde año tras año, propios y forasteros
celebran una romería.
El capricho, la casualidad o tal
vez el destino han hecho, que este año que se cumplen 50 años del fin del
pueblo, la sequía haya sacado a la luz restos de donde antes hubo vida, y
claro, allí ha estado Luigi con sus gentes, escuchando esas historias llenas de
lágrimas pero también de esperanza, de convencimiento de que si bien la presa era una necesidad, no fueron las
maneras mejores. De los herederos de aquel sentimiento, y de las muestras de
cariño a lo que fue su patria chica, su terruño, su pueblo.
Y es que Luigi ha vivido a través
de cada una de esas historias, el devenir de la vida de sus habitantes.
Hoy cuando ha llegado de allí, me
ha dicho que ayer vio jardines flotantes en el embalse, y las notas y la música
llenaron el valle. Hoy me ha dicho que Argusino Vive.
¿Será verdad??
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